88 brotes activos de COVID-19 en las escuelas de Puerto Rico y un incremento sostenido de casos positivos durante las pasadas semanas dados a conocer por el Departamento de Salud evidencian la necesidad de reforzar las estrategias de prevención y protección en las instituciones educativas, más allá de la imposición del uso de mascarillas. En la calidad del aire interior puede estar la clave.
“Las escuelas tienen el potencial de convertirse fácilmente en focos de transmisión ya que son espacios que aglomeran grandes cantidades de personas durante varias horas. Puesto que el SARS-CoV-2 es un virus que se propaga a través del aire por gotas que se mantienen suspendidas cuando los niños hablan, cantan, bostezan, tosen o estornudan, tiene una gran capacidad de pasarse de persona a persona. Por lo que es menester generar condiciones ambientales que reduzcan la carga viral de las aulas para proteger a los estudiantes. Medidas tradicionales como la vacunación y el uso de mascarillas deben ser reforzadas con la aplicación de tecnologías capaces de eliminar los patógenos en el ambiente”, manifestó Nelson Traverso, miembro de la Junta Independiente de Investigación Estratégica de Aire Compartido de los Estados Unidos.
Según éste, el requerir el uso de mascarillas en lugares cerrados ya implica un reconocimiento de que es necesario protegernos del virus a través del aire que compartimos, debido a que se sobrentiende que al respirar o hablar sin su correcto uso, las probabilidades de infección son mayores. De igual forma, las vacunas han demostrado ser la principal medida para protegernos y evitar complicaciones clínicas u hospitalizaciones. No obstante, deben verse más bien como escudos para protegernos y no armas que atacan al virus para eliminarlo antes de entrar al organismo.
“Por eso, siempre hemos insistido en que la solución debe recaer en una ejecución miscelánea que combine varias disciplinas, tanto pasivas como activas, capaces de adelantarse al impredecible comportamiento de cualquier virus, centrándose en el aire y garantizando una eliminación de patógenos. Piense en hojas de papel con agujeros. Si los combina, las posibilidades de que dos hoyos aterricen en el mismo lugar son bajas”
Recalcó además, sobre la incomodidad que puede representar el uso de mascarillas para los niños, por lo que existe posibilidad de que se las puedan quitar o que las usen incorrectamente, resultando en una protección no del todo efectiva. Por esto, la importancia de hacer inversión en infraestructura mediante la implementación de tecnología que funcione en un segundo plano sin necesidad de la acción individual.
Por su parte, la ingeniera de compuestos, Lissy Oquendo, señaló que tratar el tema desde una perspectiva ambiental es especialmente importante en las escuelas debido a que la aglomeración de estudiantes en estos espacios cerrados promueve la transmisión de diversas enfermedades, como la influenza y la micoplasma, además del COVID. Por lo que urgió a las entidades correspondientes a encontrar dentro de la crisis de la pandemia una oportunidad única para hacer inversión en infraestructura capaz de desarrollar resiliencia para eventos futuros.
“Las escuelas, universidades, cárceles, centros de cuido prolongado, tienen que cuidar la calidad del aire interior. Esta debe ser la gran lección aprendida de la pandemia. Si nos parece algo completamente natural filtrar y purificar el agua, ¿por qué no el aire que respiramos y compartimos?” planteó Oquendo.
“En la medida en que no integremos los aspectos ambientales a la solución de esta crisis salubrista, caeremos en ciclos repetitivos en los que mermarán los casos durante un tiempo para luego volver a dispararse. Mientras, el virus seguirá mutando y presentando desafíos a la clase médica para desarrollar nuevas vacunas. En cambio, la aplicación de tecnologías de última generación que eliminen patógenos en el aire podría ser el mejor aliado de la medicina al ofrecer una capa adicional de protección incluso previo a su entrada al cuerpo. A fin de cuentas, es cuestión de salvar vidas”, añadió la ingeniera que pertenece a la fundación Puerto Rico Leads las Américas, que aboga por el acceso al aire seguro y limpio de patógenos.
Asimismo detallaron que tanto la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) como la administración del presidente, Joe Biden, respaldan estas medidas de protección de la calidad del aire interior, incluidas dentro del Plan Nacional de Preparación para el COVID-19 que dio a conocer la Casa Blanca a principios del mes pasado, para llevar a la nación a una nueva etapa de la pandemia en la que el novel virus no interrumpa la vida cotidiana, al tiempo que la prepara para cualquier nueva variante que pueda surgir. En dicho plan se le dio prioridad a escuelas, colegios y universidades a que adopten estrategias para mejorar la calidad del aire interior con el fin de mantenerlas abiertas y seguras.
“En Puerto Rico ya un colegio privado implementó una iniciativa de protección de calidad del aire a gran escala adaptando sus entornos y aplicando este tipo de tecnología en sus instalaciones. Durante más de diez meses ha estado libre de brotes y hoy puede declarar que su institución es una segura para sus niños, maestros y su comunidad. Los recursos, así como el endoso del gobierno federal están. Este es el momento de liderar un plan de ejecución para cada institución”, sentenció Traverso.
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